
Ay, China Town! Qu'e lugar tan peculiar. Qu'e divertido. Qu'e agotador. Qu'e revelador... En esas calles atestadas de gente y cacharros el aire es espeso porque huele a de todo un poco.
Caminamos por Canal St. y alrededores entre una tormenta de gafas, colonias, ropas de seda, relojes, patos desplumados colgados de los escaparates de restaurantes, dragones de papel rojo, herbolarios misteriosos, voces incomprensibles, carritos de frutas... De repente, un chino vestido de negro de arriba abajo se nos acerca. Mira a un lado y a otro y nos susurra algo.
- 'Sorry?'
- 'Bags, bags... Prada, Luis Vuitton, Gucci...', nos dice el hombre

Ya nos hab'ian hablado de esta liturgia del China Town clandestino, nos dijeron que es frecuente que te aborden por la calle y que no es peligroso acompaniarles hasta sus escondites. As'i que, nos miramos las dos y asentimos con la cabeza. Nos fuimos detr'as del misterioso hombre, que le dijo algo en mandar'in a un walkie que se sac'o del bolsillo. Nos hizo entrar a una tienda sin nada especial, le seguimos hasta el fondo, el hombre apart'o unos vestidos que colgaban de un perchero y
'ABRETE S'ESAMO!'. La pared se desplaz'o y dej'o ver una angosta escalera. Subimos. Volv'iamos a vivir otro
momento cien por cien peliculero. Llegamos a una habitaci'on muy pequenia, sin ventanas, repleta de bolsos y carteras, buenas falsificaciones de marcas de lujo. En la habitaci'on revoloteaba un enjambre de senioras estiradas, de esas que parecen de buena familia, de esas que por la calle lucen bolsos de marcas caras...
En aquel cuartucho se desvanec'ia el glamour de esas mujeres de cutis estirados. Pudimos comprobar que manejan la t'ecnica del rebusco, esa que otros empleamos en los mercadillos. Lujo postizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario